Karen...

Sólo el silencio podría acompañar estas letras. No se si es su bellísima sonrisa, blanca y cargada de alegría, como anunciando esperanza, futuro… Ni se si es su cabello de rizos sin fin, que recuerdan laberintos estelares… No se si es su mirada que parece descifrarnos su pasado, que ya no es presente… Pero cierro los ojos y la veo. Tal vez sea que comparto su primer apellido. Una parte de mi identidad. Tal vez sea que su segundo apellido es el de mi mejor amiga de la secundaria. Pero cierro los ojos…y una lágrima se ahoga en una parte de mi corazón que no sabe ya como acomodar tanto dolor. ¿Será que es de la edad de mis alumnas? ¿Qué tengo dos hermanas de entre 14 y 29 años, como señalan las cruentas estadísticas? ¿Qué se la llevaron a plena luz del día? Cierro los ojos y es una pesadilla de ojos abiertos. Pude haber caminado sus mismos senderos, sus mismas aceras, pisado el mismo cemento frío que no se partió en dos para devorarla antes de que se la llevaran. ¿Cómo es que nadie escuchó su grito que clamaba ayuda y los árboles reventaron sus raíces para que el auto donde la secuestraron no avanzara? Conozco su ruta, porque ha sido la mía. La farmacia que muchos conocen, algunas semanas será señalada: aquí se le vio por última vez. Pero el hombre es un animal de memoria corta y después lo olvidarán. Muchos y muchas compartimos su foto. Viralizarla decíamos. En todos lados. Alguien pegaba. Pero ella ya estaba lejos. Lejos de algo llamado justicia. Seguridad. Dos derechos incuestionables y que al ignorarlos, el Estado, nos han arrancado a tajadas el más sagrado de todos: el derecho a la vida. La familia y los amigos de Karen Rebeca ya no son las mismas personas. No volverán a serlo. Han secado un pedazo enorme de su alma. No ha muerto una persona. Quizá varias. El alma de varias. Nos están matando. Y nadie dice nada. Sólo el silencio y el olvido son testigos de nuestro miedo. De nuestra rabia. De nuestro dolor. De la angustia de salir a diario. Ya no importa la hora. De vivir en la agonía pensando en quienes amamos. Nos están matando. Porque al morir Karen Rebeca Esquivel Espinosa de los Monteros, ha muerto también una parte de mí.

Comentarios

Entradas populares