Entre axiomas y reencarnaciones.

He vuelto a ser un fantasma que deambula la noche. Un lobezno hambriento de experiencias. Después de noches de insomnio, de ese fiel amigo que había estado vagando un tiempo, regreso a la casa algorítmica de las palabras para dominio público. Sólo las palabras me harían regresar a las palabras. Pensé que en mi receso de artista había matado mi silueta de escritora, esa figurilla sómbrica que como a Peter Pan le pertenece, huyéndole. Llevo un tiempo deseando ser más mortal. Doblo mis días sobre el monitor luchando por un título académico que adorne más mi cabecera nobiliaria que la utilidad práctica en este mundo donde se aplaude de pie la ignorancia y se vomita la sabiduría. ¿Para qué? Pero aun así, estudio. Soy una ama de casa feliz. Lavo. Plancho. Hago la comida. Y por una ventanita te miro… Mirándome. Recordando mis otras vidas. Tratando de recordar de mi la que seré. Tratando de imaginar de mi la que fui. Deteniéndome un poco en mis décadas de sabia. Silenciando lo que duele y sonriendo ante mi reflejo infantil que se niega a desaparecer. Hoy, en esta noche. Hay un número.  Varios. Una hora: 18:36 Y una fecha: 06/12/2018 Hace un par de días me preguntaron directo y sin censura ¿eres esotérica? Y yo respondí (dudosa) No ¿por qué? Por tu mirada. Por tus ojos… Pero la respuesta vino de otro lado. Mi curiosidad se resolvió en un axioma: Tengo mirada de lince. Lince, ese félido puente de transición entre el salvaje pequeño de los matorrales y el ronroneo incesante del minino sobre el sofá. No se ha equivocado mi observador, soy ese lince. Ese felino cazador y solitario que para aminorar su insaciable curiosidad sube a los muslos de quien le oferte su amor como infinito placer. Somos los egoístas amados, la belleza inasible más pura, la obediencia ciega a una libertad que se condiciona cada siete reencarnaciones al mes. Soy el nueve de los números sumados, de las 18:36 y el día seis. De un diciembre. De un 2018. Intentemos saber qué día nos conocimos. Intentemos recordar en qué otra vida nos fuimos. Nuestro origen y nuestro Dios. Qué de mis ojos te hizo saber que estabas por entrar a tu casa… Yo he vuelto a escribir y te entrego estas letras como homenaje. Sin ningún asomo de narcisismo de por medio, lo juro. Tú me has soplado vida y yo honro tu sacrificio, tu viaje dantesco, tus párpados cerrados, luchando con lo más honesto que tengo: mis letras. Volveré a escribir como homenaje a ti. 07/18/18

Comentarios

Entradas populares