No fui yo, fueron los astros.
Sagitario:
Los pequeños placeres cotidianos te van a dar
alegrías
y una mejora en la calidad de vida.
Lo sencillo se hace grande para ti y en eso
disfrutarás mucho.
Evidentemente
recorté casi con los dientes el micro pedazo de sibila periodística que me
regalaba el Diario del Pueblo y lo metí con júbilo a mi cartera “nueva”.
Mi
horóscopo del día.
Estaba
hecho para mí.
A la
medida de lo que necesitaba leer o saber para sentirme menos avergonzada ante
una semana de “pequeños placeres” que creía inmerecidos.
La semana
de los pequeños placeres llegado el atardecer después de seis días de médicos a
la fuerza.
“Vamos a tardar unos quince minutos en sacar
la muestra. Por normas de sanidad y protocolo, le recomiendo que nos espere
afuera, además las criaturas suelen inquietarse más en presencia de sus mamás.”
Y fue así
que por instrucciones del médico salí a una calle silenciosa y desértica sin
una sola tienda de autoservicio donde perder el tiempo escogiendo cacahuates, o el poder sentarme en un parque con fuente y sin agua…nada. Sin nada que ofrecerme el vecindario
donde se encontraba la clínica, comencé a caminar entre las calles.
Mi
tilichera interior se sintió rebosante de alegría cuando leyó las cinco letras
de BAZAR que me invitaban a adentrarme en la minúscula tienda que seguramente
tendría todo lo que no necesito.
Y así fue.
Desfilaban ante mis ojos expertos, ropa de los setenta y ochenta que sólo yo
sabría valorar. Afortunadamente las tallas extra grande para mi ahora minúscula
corporalidad tuvieron que cambiar de objetivo rápidamente. Eché ojo de rápido
alrededor de mí. En una danza invitadora se mostraban limpios y fascinantes los
encendedores, portarretratos, joyería de fantasía, bufandas, muñecos de
peluche, una cigarrera, discos compactos de la Ronda de Zacatecas, tazas
navideñas y en un espacio muy al rincón otro delirio inútil: bolsas y carteras.
Luchando
contra mi propio régimen de no acumulación fui “sólo a ver” con la total certeza
de que eso era una mentira.
Para poner
orden a mi propio encargo de no adquirir nada que sea o innecesario, o que
ponga en riesgo la vida animal o ecológica, que sea extremadamente inútil o
superfluo, me he solicitado que siempre que entre algo “nuevo” a mi vida debe
salir algo más. Con demasiadas bolsas de mano ya en el clóset, dominé mis
instintos y rechacé varias. Una de ellas muy coqueta que hubiera hecho buena
mancuerna con mis siempre necesarias e inseparables pashminas porque me da frío
a 25 grados.
A lo que
no pude negarme fue a una pequeñísima cartera con un portallavero. ¿Realmente
necesito esto? No. ¿Realmente voy a colgar las llavecitas en la cartera? No.
¿Me importa que sea de marca y que esté en su empaque original? No. ¿La
abuelita del bazar sabrá qué está vendiendo? No.
¿Cuánto
cuesta?
Nomás por
no dejar…
¡¿Ah…esa
bolsita pequeña?! Preguntó doña Emilia dueña del bazar, un tanto decepcionada
después de ver que mi safari material de casi 25 minutos culminó con tan simple
elección.
10 pesos.
El final
ya lo podrán imaginar…
Afortunadamente
ese día por la tarde mi horóscopo me suavizó la culpa.
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