Alondra

“…no te inquietan azares ni aureola quizá porque estás lejos de la muerte…” Mario Benedetti.
Yo no soy una niña normal y tú tienes la culpa mamá. Tengo nombre de pájaro. Le dijo Alondra a su madre. Mientras todas las niñas soñaban con un vestido blanco, grande y caro para el día de su boda ella sólo pensaba en lo ridículas que se veían como merengues mal hechos. Ni siquiera se ven bonitas las novias. Les dicen que se ven bonitas para que se calmen y no arruinen el maquillaje pero son horrendas. Lo más molesto es que ya venía la boda de su prima Sandrita. Sandrita la inmaculada. La siempre virgen. La que hizo la primera comunión con su hermano Reynaldo. Reynaldito el bueno y Alondrita la terrible. El hermano santo que también hizo con Sandrita algo más que la primera comunión. ¿Por qué se casan de blanco las novias mamá? Por la pureza… Sandrita no era muy pura que digamos…pero no se lo diremos a nadie. El día de la boda de Sandra y Mauro, Alondra cumplía diez años. Un motivo más para despreciar a la prima incómoda. Ya eran muchas afrentas, los besitos con Reynaldo, acusarla de quemar la cobija de la abuela cuando bien saben todos que una niña de siete no podía fumar, obligarla a llevar recaditos al tendero, casarse el día de su cumpleaños y que nadie la felicitara…pero la más grande estaba por llegar. Ella no había visto a Mauro jamás. Jamás lo olvidaría tampoco. Ella es Alondra, la cumpleañera. Las palabras de Mauro la marcaron para siempre. Tienes los ojos más hermosos que he visto Alondra y seguramente tu canto es igualmente hermoso. ¿Por qué Mauro hablaba cómo los de las películas? Todo en él era extravagante, pero su forma de hablar era muy desconcertante. Las seis horas antes que Mauro estuvo listo para la boda y en la que intentaban hacer que Sandrita no se viera tan gorda, fueron las horas suficientes para que algo como el calor inundara a Alondra cada vez que Mauro la miraba…ya no digamos le hablara. ¿Quieres enseñarme la hacienda? Cuando Mauro le dio la mano a Alondra, ella supo lo que era ser pequeña. Como las aves que se llamaban como ella. ¿Cómo se llama esa flor? Geranio. No es cierto, se llama Alondra. Te pareces mucho a tu mamá, aunque ella tiene los ojos más pequeños. Me parezco a mi papá. Sólo que yo no tengo bigote. La risa de Mauro era como la caída de la cascada donde se bañaba todos los fines de semana. Dos horas juntos caminando…platicando. Ella pensaba que los hombres eran seres estúpidos por naturaleza, pero este parecía distinto. ¿Cómo quieres que sea tu vestido cuando te cases? Yo no me voy a casar. Y menos con un ridículo vestido. Las campanas de la iglesia repicaron por todo San Tomás de la Montaña, el arroz que le aventaban a la novia a su salida, era devorado por las palomas hambrientas. Alondra se refugió en la cocina, mientras todos bailaban con frenesí borracho. Nunca al paso del tiempo supo que fue lo que le hizo llorar aquel cumpleaños donde nadie la felicitó, pero se terminó las servilletas de figuritas de la mesa. Quizá fue que lo que imaginó en la iglesia mientras Mauro y Sandra se enfilaban no se cumplió. En vez de la prima gorda, quién avanzaba por el pasillo era Alondra, del brazo de Mauro. Pero no llegaban al altar…en vez de eso, comenzaban a elevarse con el canto de los pájaros y sobrevolaban todo San Tomás, dejando caer sobre los tejados rojos besos de colores y pétalos de flores azules que no existen. Y después irían juntos al río… El mismo río donde Alondra descubrió tanto tiempo después sus alas.

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