Ella y yo

El silencio.
La voz.
El circuito eléctrico de la mañana cuando el día inicia, corre en siete días hasta que el día termina.
Las miradas.
Un hombro va aprendiendo a comunicarse.
Mi izquierda se expone orgullosa.
Dos almas se reconocen. El alma vieja. El alma joven.
Una le enseña a la otra.
Las lunas que se unen.
Se invocan, se persiguen. Al final, se funden.
Se difunden. Se disgregan. Se transgreden.
Transgresores somos. Al fin por la izquierda transitamos y de la luna somos.
El alimento sagrado que invoca. Las horas avanzan.
Ahora el hombro escribe, por supuesto el corazón late.
La fuerza, los suspiros, los caminos que se abren.
Nadie cuenta nuestros pasos, sólo a dos pertenecen.
Siguen las miradas.
Vendrá la ciudad de los templos y sabores.
En sus colores ya nadie se esconde, no hay manera.
Las palabras desbordan al hombro. Está a punto de enloquecer.
Dime que un espacio de mil novecientos guardará el secreto del anzuelo que me tiras.
Dime que los espectadores verán esta pieza de corrida.
Que los desbancaremos de sus bancas.
Que Afrodita nos conspira.
El hombro perdió la cordura.
No se cómo. Nadie lo supo. Todos lo vieron, todos callando.
Porque el silencio aloja muchas consideradas verdades.
Después se engalanó y el colibrí besado, volando volando va....
en la inmensidad de esta noche de luna, que te trajo de oleada y hoy de oleada te lleva.
Meztli.
Buenas tardes en Sevilla.
Diosa de los corazones lunares y las palabra inmensas.
Dios te guarde, princesa azteca del pasado.
Te buscaré en cada paso mío. Ya tú me los guías.

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